domingo, 6 de enero de 2008

Lectura rápida


En mi primer año del secundario, mis compañeros y yo, tuvimos una profesora de biología muy especial.

Se tomaba largas licencias, daba sus clases con desgano, siempre llegaba tarde y en ocasiones, se retiraba temprano, era gritona y ciclotímica. Pero eso no la hacía especial. Lo que le daba ese toque "único" era su manera humana y pedagógica de poner límites y hacerse respetar.

En su búsqueda de una clase relativamente ordenada, utilizaba un método infalible: atacar al más débil (lo que garantizaba su éxito) y de esa manera hacer extensivo el miedo a la humillación pública.

En una oportunidad, descargó todo su potencial contra dos chicos. Uno de ellos, un gordito que seseaba sin parar y el otro, un ermitaño, tímido y callado.

La clase giraba en torno al tema "mosquitos" y el gordito estaba distraído. Entonces nuestra querida profesora, enfurecida por la falta de atención, lo obligó (a pesar de las súplicas de mi compañero) a hacer "como sí" fuera uno. Así que batiendo las alas (los brazos) y reproduciendo el zzzzzzzzz (que al gordo le salía bárbaro) se lo pudo ver dando vueltas por el aula ante la risa descomunal del resto de nosotros.

Quiso el destino, que ese mismo día, mi ermitaño compañero se coma un moco. Sí, eso mismo. Y quiso también el destino, que la profesora lo vea y lo bautice "chan chan", acompañando el apodo con el gesto de llevarse algo desde la nariz hasta la boca.

No recuerdo el nombre ni el apellido de ninguno de estos dos chicos, a pesar de que fueron mis compañeros hasta quinto año. Es que desde ese día pasaron a ser: Mosqui y Chan chan.

Estando en quinto año, nuestra ex profesora de biología, se convirtió en nuestra profesora de Educación para la Salud. Como el zorro, había perdido algunos pelos, pero no las mañas. Seguía siendo haragana, desganada, incompetente como docente. Aunque, quizás porque ya no éramos tan chicos, no era burlona.

Recuerdo que no tomaba evaluaciones, pedía trabajos prácticos y monografías. Las que estábamos seguros que no leía. Aprobaba a todos y nadie se quejaba.

Pero Chan chan y Mosqui guardaban un gran rencor en su interior. Así fue, que en una de las monografías, que hicieron juntos, se tomaron el trabajo de escribir en cada página una frase incoherente como "yo lo prefiero con dulce de leche" o "cada vez que me baño se tapa el caño".

La monografía fue aprobada y no hubo ningún comentario de por medio.

Mis compañeros se fueron derecho a la dirección, con las pruebas en la mano.

Dicen que nunca más esta profesora pidió una monografía, no estaba dispuesta a volver a dar sus disculpas públicamente ante un grupo de adolecentes rencorosos.

Y dicen que Mosqui y Chan chan, a partir de esa hazaña, lograron recuperar sus nombres originales.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Si fuera la madre de Chan Chan o Mosqui hubiera montado un pollo en el colegio que se hubiera ido a la calle... Porque, con lo crueles que son los niños, no necesitan que además la profesora se pase con ellos, no?
Aun así, tuvieron un par de bemoles más que bien puestos para dejarla con el culo al aire! Mola! jeje

Bob dijo...

Muy bien hecho. Esa clase de profesores, que suelo tener a veces, me repugnan como personas.

Saludos.

Unknown dijo...

eXCELENTE IDEA LA DE mOSQUI Y cHAN CHAN...AYUNDENNOS A DESENMASCARAR A ESOS CHANTAS CRUELES!!!!!!!

Rockero Hi Fi dijo...

Qué buena historia.

Joel Esparza dijo...

qué buena venganza. Mosqui y Chan Chan son héroes del estudiante promedio.

Soledad dijo...

Muy bueno todo tu blog, super original, me encanta. Felicitaciones !!!

Claude dijo...

Definitivamente la paso muy bien acá.