jueves, 24 de enero de 2008

Juntitos, juntitos

A los 18 años, mi mamá viajaba todos los días en colectivo hasta su trabajo. Unas paradas después que ella, subía un hombre de unos 40 años.

Religiosamente, todos los días, la buscaba con la mirada y se le acercaba. Si mi mamá estaba sentada se le paraba a su lado, si estaba parada se colocaba atrás de ella, si ella se corría, el también. Era una especie de guardaespaldas en celo.

Cansada mi madre de aguantar cada mañana el acoso del fulano, un día en que el colectivo estaba repleto, decidió entrar en acción.

Mamá: (en voz alta) Señor, se puede correr, que lo tengo encima mio!
Señor: (furioso, a los gritos) Pero estas pendejas calentonas, uno va a trabajar y estas pendejas que se piensan que uno las quiere apoyar!!!! No ves que el colectivo esta lleno nena??!!!
M: (muy nerviosa) Pero no... usted... todos los días...
S: (interrumpiéndola) Todos los días voy a laburar nena!!!! Estas loca??? Eh? eh?

Mi mamá, 40 años después relata ese momento de esta forma: Me quería morir, yo era tan chica, tan tarada, no supe que decir. Era como estar en una pesadilla, pero no me despertaba. Veía los ojos acusadores de todos sobre mi, SOBRE MI, que era la víctima. Escuchaba los murmullos que me culpaban de desubicada, de loquita. No aguante más, con los ojos llenos de lágrimas me bajé.

Ese día, al volver a su casa, comentó con mis abuelos lo sucedido esa mañana.
Mi abuelo se desquició, le dijo que la iba a acompañar él mismo al trabajo al día siguiente y que ahí mismo, en el colectivo "ese tipo iba a ver, se le iban a ir las ganas de joder con su hija".
Mi abuela, mucho más calmada, esperó que su hija termine de llorar y su marido de gritar. Ahí mismo se paró y buscó algo en un cajón.
Miró a mi mamá y le dijo: Tu papá no te puede acompañar, ya sos grande y tenés que aprender a defenderte.
Le entregó lo que tenía en sus manos y agregó: Vos vas a saber cuando usarlo.

Así mi mamá, la mañana siguiente, salió de su casa al trabajo. Tomó el colectivo, se sentó y esperó que el hombre suba. Pero él no subió. Ni subió el día siguiente, ni el otro... ni el otro.

Sin embargo, cada mañana, mi abuela le recordaba que no olvide de llevar "eso" y mi mamá, obedecía.

Habían pasado varios días. Mi mamá viajaba sentada en un colectivo que comenzaba a llenarse. Él subió, la buscó con la mirada y se acercó.

Sobre ésto mi mamá me narró: No podía ponerse justo delante mío, porque no había lugar. Pero estaba muy cerca, yo lo observaba y había que ver como el desgraciado se arrimaba cada vez que alguien se corría un poco. El tipo estaba totalmente atento a todos los movimientos de la gente, se deslizaba por entre los huecos con tal habilidad... Al rato, ya lo tenía delante mió.

Entonces, ella sacó del bolsillo de su campera el objeto que mi abuela le había dado, poniéndose en guardia.
Él no tardó en "hacer lo suyo". Pero al hacerlo, algo se interpuso entre su cuerpo y el de mi madre.
Se escuchó un grito. Corto, pero intenso.
Mi mamá levantó la mirada y le sonrió, triunfante, al tipo.
La aguja de cocer lana había hecho su trabajo.
Nunca más lo volvió a ver.

lunes, 21 de enero de 2008

Amores locos

Mi tía Luisa es una fumadora empedernida, de toda la vida. Nadie que yo conozca, sufrió mas la ley antitabaco decretada en la Ciudad de Buenos Aires, como ella. Sufre con cada aumento que se deposita sobre su vicio favorito, no tanto por la plata, sino, como ella dice: "por el hecho".

Muy cerca de la casa de mi tía, existía un kiosco del que ella no era cliente. El motivo es simple: ella respeta la ley, pide que lo demás también lo hagan.

El negocio vendía alcohol a menores y fuera del horario establecido según la normativa vigente, lo que ocasionaba serios trastornos para los vecinos del barrio, cansados de ver a los borrachos apostados por todas las esquinas.

Cierta noche, mi tía se encontró sin su amado vicio y decidió salir en busca de él. El único kiosco abierto era el de "la boliviana". Así que allá se dirigió, por primera vez, contra todos sus principios, motivada únicamente por el placer que el humo del tabaco encendido le provocaba.

Pidió su Marlboro Box y pagó. Pero al revisar el vuelto observó que faltaban 30 centavos. Le hizo el comentario a la dueña del local, quien contestó:
- Yo lo cobro así.
Mi tía dice que en ese momento se le desencajó la cara, le hervió la sangre.
- No lo podés cobrar lo que se antoja, el precio está establecido- contestó.
La kiosquera, sacándole el paquete de la mano y estirándo en la otra los 5 pesos con que mi tía había realizado la transacción le dijo: - A mi me conviene venderlos sueltitos.

Luisa no podía creer lo que pasaba. Volvió a su casa y en un rapto de demencia pasó 2 horas revisando cajones, armarios, carteras, en busca de algún tesoro perdido. Nada.
Extenuada, física y mentalmente, se durmió.

Dice que soñó que tenía un cigarrillo en la boca pero no podía pitar. No le salía.

Se levantó indignada, enfurecida, desquiciada, ansiosa. Salió, compró cigarrillos y recién ahí pudo aclarar las ideas.

Fue a la comisaría, a Defensa del consumidor, juntó firmas y consiguió que el kiosco sea cerrado. Oficialmente, por no respetar las normas de la venta de alcohol en Capital Federal.

El día en que el local bajó las persianas para siempre, Luisa observó con placer la situación desde la vereda de enfrente. La mirada de la boliviana y la de ella se cruzaron en un momento. Luisa encendió un cigarrillo, se acercó a su enemiga y le dijo: Ésto en Argentina, no se puede vender sueltito.

martes, 15 de enero de 2008

Todo esta guardado en la memoria


En marzo del 2003 comencé a trabajar en una escuela en el partido de La Matanza. A la vuelta de la misma, un pequeño supermercado aún subsiste.

Eventualmente concurría a dicho negocio en busca de distintos artículos. Y nunca nada me había llamado en especial la atención.

Un día, haciendo la fila para pagar, me distraje mirando la cámara de seguridad y luego, la pantalla de televisor correspondiente a dicha cámara. Todo normal. Pero más allá, había un segundo televisor. No entendía bien lo que veía, parecía ese mismo supermercado, pero todo era un caos y nada tenía que ver, con lo que la cámara estaba tomando.

Pagué y me acequé más a esa pantalla. Pude reconocer a algunas personas: papás del colegio, el hijo de una de las porteras y otras personas que no se quiénes son, pero creo haberlas visto comprando en ese mismo supermercado en alguna oportunidad.

No podía creerlo. Era la primera vez que notaba ese video y sin embargo, me parecía haberlo visto. Diferente, pero similar.

Arriba de la pantalla un cartel rezaba: " Diciembre del 2001. Gracias por su visita"

Todos los argentinos entendemos de que se trata.

viernes, 11 de enero de 2008

Demencia senil


Las mujeres de antes soportaban mil cosas que las actuales no tolerarían ni un solo segundo.

Mi bis abuela no fue la excepción.

Se casó en la primer década del siglo XX y, como muchas otras, pasó su vida criando hijos, retorciéndole el cogote a gallinas para hacer pucheros, usando planchas de hierro a carbón, lavando a mano.

Como muchas otras, bajó la cabeza mas de una vez ante un tono de voz elevado de su marido, calló su boca cuando el gastaba en "burros" el sueldo de la semana. Y cuando él no volvió a dormir una, dos o diez noches, no pidió explicaciones.

Las mujeres de antes eran fuertes, pero también eran débiles. Una contrariedad.

Pasados sus 70 años, se despertó una noche. Inquieta, prendió la luz. Y ahí, ante sus ojos incrédulos, parado frente a la cama, estaba su marido (el de los gritos, el de los burros, el de las noches de ausencia).

Él la miró y le dijo: - Tengo el balde y el cuchillo, ahora que la sangre corra.

Ella no habló. Cuál fiera enjaulada durante cincuenta años que acaba de conocer su libertad, saltó furiosa sobre él y le arrebató balde y cuchillo.

Y además lo golpeó y lo internó en un gerátrico por demencia senil. Y además fue feliz.

miércoles, 9 de enero de 2008

Adivina quién llama



Siempre fui al colegio a la tarde.

Cierto día, después de la clase de educación física por la mañana, nos fuimos a la casa de una de mis compañeras en donde no había nadie.

Cuando llegamos al colegio, pasamos como siempre un rato por el kiosco de enfrente y ahí decidimos que haber salido de la casa de mi compañera, había sido una mala idea. Y que, definitivamente, nos volvíamos para allá.

Como siempre sucede, algunas prefirieron entrar al colegio, porque tenían muchas faltas o por lo que sea.

Hacía calor y las cinco cuadras que separaban la casa de Romina del colegio se hicieron interminables. Y ese mismo calor pareció multiplicarse por mil cuando mi amiga descubrió que no tenía la llaves de su casa.

- Se las di a alguien cuando salimos- dijo. Todas revisamos pero nada.

Haciendo memoria recordamos, las tenía Paula. Pero Paula estaba adentro del colegio.

La misión era difícil. Pero había que intentarlo.

Fuimos hasta un kiosco con un semipúblico y llamamos a la escuela.

Mariana tomó la voz cantante.

M (tratando de parecer alterada): Hola. Si, mirá, yo soy la hermana de una de las alumnas de 5º 3ª, Paula G.... Y tengo un problema serio. Vengo del trabajo y me acaban de robar. Estoy desesperada, no tengo llave para entrar. Por eso llamo, necesito hablar con mi hermana urgente.
Secretaria: Espere un segundito, le voy a pasar con el vicedirector.
M (a nosotras): Me va a pasar con Alfredo, cagamos...
Vice o Alfredo: Hola , quién habla?
M: Soy la hermana... y tengo un problema...
V o A: Su hermana está en clase, no se la puedo pasar. Le puedo avisar y usted puede pasar a retirar las llaves.
M: Necesito hablar con mi hermana!!! Usted no me puede negar eso. Me acaban de robar. Es un segundo.
V o A: Si el profesor lo permite... espere por favor.
Paula (confundida): Hola Eve?????
M: No Pau, soy Mariana. Vos te quedaste con las llaves de Romi y no podemos entrar. Vamos a ver como hacemos para mandar a alguien a buscarlas.
P(conteniendo la risa): Bueno, esta bien. Venite.
M: Bueno pasame con Alfredo.
V o A: Si?
M: Bueno, voy a mandar a alguien a buscarlas, o por ahí voy yo.
V: Tiene que venir usted y con el D.N.I. Imagínese que no le podemos dar las llaves a cualquiera.
M: Pero usted me está cargando? Me robaron la cartera con el D.N.I, las llaves, la plata, todo. Voy a ir yo y mi hermana le va a decir quien soy. Buenas tardes! (corta)

La primera parte estaba cumplida. Ahora venía lo peor, buscar una chica joven, no adolecente que retire las llaves.

La dueña del kiosco, de 25 años aproximadamente y actriz frustrada, había estado escuchando toda la conversación. A Romina la conocía de toda la vida, así que dijo: Voy yo. Me atienden el kiosco hasta que vuelva con las llaves y con... Paula era?

Y así, se fue caminando bajo el sol y duplicando la apuesta.

Al rato, las vimos llegar caminando. Como grandes amigas, casi hermanas.

Paula agitaba la llave en su mano y la kiosquera agitaba el brazo de Paula. Dos triunfos.

Nos quedamos un rato en el kiosco escuchando la hazaña de nuestra heroína.

Dijo que cuando llegó el vicedirector la atendió personalmente y de muy mala manera. Se mostró ofendido porque le había cortado el teléfono y que ésto era una institución educativa y que esa no era forma de tratar a un directivo de una escuela...

La kiosquera pidió disculpas y le explicó que hablaba con las pocas monedas que tenía en el bolsillo, que se estaba por cortar y que además, comprenda la situación traumática por la que había pasado. Luego mandaron a llamar a Paula, quién entregó las llaves.

Ahí mismo, la kiosquera arremetió con todo.

Kiosquera (a P): Tomaron lista hermanita?
P: Si
K (V o A): Entonces la retiro, porque estoy muy alterada y necesito que alguien esté conmigo, podrá ser?

El resto es historia.




domingo, 6 de enero de 2008

Lectura rápida


En mi primer año del secundario, mis compañeros y yo, tuvimos una profesora de biología muy especial.

Se tomaba largas licencias, daba sus clases con desgano, siempre llegaba tarde y en ocasiones, se retiraba temprano, era gritona y ciclotímica. Pero eso no la hacía especial. Lo que le daba ese toque "único" era su manera humana y pedagógica de poner límites y hacerse respetar.

En su búsqueda de una clase relativamente ordenada, utilizaba un método infalible: atacar al más débil (lo que garantizaba su éxito) y de esa manera hacer extensivo el miedo a la humillación pública.

En una oportunidad, descargó todo su potencial contra dos chicos. Uno de ellos, un gordito que seseaba sin parar y el otro, un ermitaño, tímido y callado.

La clase giraba en torno al tema "mosquitos" y el gordito estaba distraído. Entonces nuestra querida profesora, enfurecida por la falta de atención, lo obligó (a pesar de las súplicas de mi compañero) a hacer "como sí" fuera uno. Así que batiendo las alas (los brazos) y reproduciendo el zzzzzzzzz (que al gordo le salía bárbaro) se lo pudo ver dando vueltas por el aula ante la risa descomunal del resto de nosotros.

Quiso el destino, que ese mismo día, mi ermitaño compañero se coma un moco. Sí, eso mismo. Y quiso también el destino, que la profesora lo vea y lo bautice "chan chan", acompañando el apodo con el gesto de llevarse algo desde la nariz hasta la boca.

No recuerdo el nombre ni el apellido de ninguno de estos dos chicos, a pesar de que fueron mis compañeros hasta quinto año. Es que desde ese día pasaron a ser: Mosqui y Chan chan.

Estando en quinto año, nuestra ex profesora de biología, se convirtió en nuestra profesora de Educación para la Salud. Como el zorro, había perdido algunos pelos, pero no las mañas. Seguía siendo haragana, desganada, incompetente como docente. Aunque, quizás porque ya no éramos tan chicos, no era burlona.

Recuerdo que no tomaba evaluaciones, pedía trabajos prácticos y monografías. Las que estábamos seguros que no leía. Aprobaba a todos y nadie se quejaba.

Pero Chan chan y Mosqui guardaban un gran rencor en su interior. Así fue, que en una de las monografías, que hicieron juntos, se tomaron el trabajo de escribir en cada página una frase incoherente como "yo lo prefiero con dulce de leche" o "cada vez que me baño se tapa el caño".

La monografía fue aprobada y no hubo ningún comentario de por medio.

Mis compañeros se fueron derecho a la dirección, con las pruebas en la mano.

Dicen que nunca más esta profesora pidió una monografía, no estaba dispuesta a volver a dar sus disculpas públicamente ante un grupo de adolecentes rencorosos.

Y dicen que Mosqui y Chan chan, a partir de esa hazaña, lograron recuperar sus nombres originales.

jueves, 3 de enero de 2008

Manipulación festiva

Conozco un nene de 4 años que es, sin exagerar, terriblemente insoportable, sumamente molesto e increíblemente nocivo para la salud mental de sus padres y de cualquiera que se encuentre cerca de él.

Este infante, al que a pesar de todo quiero mucho, es el hijo de una amiga mía.

No quisiera entrar en teorías del porqué de la conducta del menor, muchos dirán que tendrá que ver con la crianza. Yo solamente me dedicaré a relatar los hechos.

Lo que es normal en un chico de su edad, él lo transforma dándole dimensiones descomunales.

A saber:

A los nenes les gusta saltar en la cama de sus papás.
Él prefiere hacerlo sobre el techo de su auto.

Cuando la mamá de cualquier chico se niega a comprarle determinada cosa, los nenes hacen berrinches, lloran y gritan.
Él elige tratarla de "puta", escupirla y hasta ha llegado a gritar "me robó, me robó, no es mi mamá!!!"

Escuché de muchos nenes con cierta inclinación hacia el fuego, que roban encendedores y prenden papelitos.
Él ha quemado varias prendas de vestir de su madre (aprovechando ocasiones en que el horno estaba en uso) y excusándose con que debe cuidar que su mamá no "muestre las tetas" por la calle.

Recuerdo aún el acto del 25 de Mayo al que fui invitada. El papel de la adorable criatura era la de vendedor de velas, por lo que debía pregonar: "Veeendo veeelas, veeendo veeelas", pero en su reemplazo él eligió "Veeendo cuuulos, veeendo cuuulos".

Pero a pesar de todo, e increíblemente, este nene no deja de ser un nene, de pensar y creer en lo que creen los nenes. Incluido Papá Noel.

Unos días antes de la navidad, el marido de mi amiga invitó a cenar a sus jefes a la casa. La idea era ubicar al chiquito con alguna abuela para que no arruine todo. Pero uno de sus jefes le informó que asistiría con su nena de 3 años de edad, por lo que la presencia de este pequeño demonio sería inevitable.

El caso era serio. Este matrimonio sabía que su estabilidad laboral dependía del ser mas despiadado de la casa.

Así fue, que la abuela materna intervino y escribió la carta que transcribo a continuación:

Querido Pepito (se omite el nombre real del niño):
Hace unos días recibí tu carta en la que me pedís un montón de regalos. Los tengo preparados, pero estoy pensando muy seriamente en no llevarlos hasta tu casa.
El motivo es muy sencillo, como tus papás te habrán contado, Papá Noel (o sea yo) solo les da regalos a los nenes buenos, que se portan bien y hacen caso a sus papás, a sus tíos, abuelos y maestros. No les lleva a los que, por el contrario, rompen las cosas de los demás, dicen malas palabras, les pegan a otros nenes y nunca, pero nuca hacen caso. Ayer mismo, te espié en tu jardín y vi como le sacabas la lengua a tu maestra y le pegabas patadas porque ella te había retado.
Ahora quiero que te levantes, le des un beso a tus papás y les prometas que no vas a volver a portarte mal. Y lo más importante, que cumplas con esa promesa. Voy a estar mirando cómo te portás estos días y pensar muy bien que voy a a hacer con vos. Así que ya sabés, tus regalos pueden llegar a tu casa o quedarse en mi bolsa para siempre. Me despido de vos y te pido que por favor no me hagas perder más tiempo en escribirte cartas, para explicarte lo que ya tendrías que saber.
¡Un saludo! Papá Noel Jo Jo Jooooo...

La cena con los jefes fue todo un éxito y el esposo de mi amiga recibió un ascenso!!!! porque a partir de ese día, y hasta el minuto exacto en que tuvo los regalos en la mano, el pequeño interesado, se comportó de manera ejemplar.

Que pasó después? Casi prende fuego el arbolito aparentemente tratando de exteriorizar tanta "energía" contenida.

Los papás? Están pensando en un buen terapeuta infantil.

La abuela? Cree que su hija y su yerno son dos pelotudos. Y se sabe una Heroína.


















miércoles, 2 de enero de 2008

Te pusiste los cortos?


Cierta amiga mía, una vez estando en casa, no paraba de mandar y recibir mensajes de texto en su celular. Estaba tan abstraída en el asunto que me llamó la atención y pregunté.

Me mensajéo con varios del laburo, me dijo. A un compañero lo rajó la mujer de la casa.

No le di demasiada importancia. Otra pareja que se rompe, pensé. Pero mi amiga comenzó a reírse y contar.

Parece ser que el muchacho, al igual que muchos otros, no todos, pero sí muchos; tenía por costumbre frecuentar otras mujeres.

Como es usual, todo el mundo en el trabajo estaba enterado de la situación. Compañeros y compañeras. Porque el hombre infiel tiene por principio alardear.

Su mujer, desconfiaba de los partidos de fútbol de los jueves a la noche a los que el fulano decía asistir. Pero cada jueves, ella volvía a prepararle el bolso en donde guardaba el short, la camiseta y los elementos de aseo.

Su vida podría haber transcurrido así indefinidamente. Si total, él siempre volvía pasada la medianoche, conversaba un rato con su esposa, veía que los nenes duerman bien y se entregaba (extenuado) a la cama.

Pero la Fulana de Tal, dueña de esta historia, no quiso conformarse, no quiso acostumbrarse, no quiso dudar. La Fulana de Tal, quería la verdad. Necesitaba saber.

No tenía dinero suficiente para poner un detective y tampoco era su estilo. Seguirlo ella misma implicaba depender del auto de un tercero, ubicar a los chicos y exponerse demasiado.

Día a día pensaba la forma... Hasta que un día no pensó más, tomó aguja e hilo y coció con esmero y dedicación los dos extremos del short por donde se pasan las piernas, dejándolo así inutilizable.

Esperó, hasta que escuchó la llave en la puerta.

Ella sabía que en ese mismo momento la relación estaba terminada.
O bien, él realmente había ido a jugar y al encontrarse con los pantalones cocidos había sido el centro de las burlas de todos (a lo que habría que sumarle la desconfianza).
O bien, jamás se había puesto el short y no estaba enterado de nada.

Cuando entró, ella, con voz temblorosa, le dijo: Que tal el partido?

Y él respondió: Ganamos negra.

A partir de ese momento los celulares de todos los empleados de una oficina comenzaron a sonar.

Entre los hombres ella pasó a ser "la loca de la aguja".

Entre las mujeres: una heroína sin igual.

Justicia por soda propia

Nadie dice que fumarse un porrito sea pecado, ni delito, ni nada de eso. El porrito es más bien la excusa, no es causa, no es consecuencia, es la excusa para justificar... justificar actitudes, justificar acciones, acosos, molestias. O por lo menos, lo es en este caso.

Durante mi adolescencia en un barrio como cualquier otro, un grupete como cualquier otro comenzó a "parar" en la esquina de casa. Originalmente nada tenía de particular. Eran chicos del barrio, de entre 15 y 18 años aproximadamente, que se juntaban cada noche para tomar cerveza, fumarse un porro y huevear. El problema comenzó cuando el grupo comenzó a extenderse.

Nadie sabe cómo, ni porqué, pero en poco tiempo de ese grupo original quedaba solo el recuerdo. En su lugar, se apostaron en esa esquina distintos personajes a los que nadie conocía. Los rumores eran variados, pero el origen real era verdaderamente incierto.

La cuadra se convertía entonces, cada noche, en un espacio ajeno. Ajeno a los vecinos. Ninguna chica podía pasar sin ser silbada, invitada a chuparles algo a los muchachos, perseguida. Hasta la más fea se encontrada intimidada. Los nuevos dueños de la esquina no hacían distinción de raza, nacionalidad, religión, ni talle.

La policía no actuaba. Los vecinos temían. Los padres esperaban a sus hijas en la puerta.

Por la mañana, la esquina era un cementerio de botellas, de mugre, de olor a orines. Y la cuadra protestaba, a la cuadra le hervía la sangre. Pero la cuadra no actuaba. La cuadra se acomodaba, otra vez, cada noche a las reglas de juego de los otros. Y les daba poder.

Nadie esperaba, que fuese quien fue el que se enfrentara con semejante enemigo. Porque él era soltero, no tenía hijas que pudieran ser acosadas, desde su casa (casi en la otra esquina) rara vez se escuchaban los gritos.

Sin embargo, este paladín, cansado de escuchar los reclamos de la cuadra, salió una noche, con paso lento, pero firme. Vistiendo solo calzoncillos, sin mas armas en la mano que un sifón de soda y ante mi mirada atónita (lo vi todo desde el balcón, hacía segundos él había llamado a mi papá y solo le había dicho: Voy a enfrentarlos, estate atento por si hay que llamar a la policía) sacó el sifón que escondía trás su espalda y hecho fuego (o hechó soda) sobre el porro que compartían los muchachos de la esquina, en ese momento en la boca de uno de ellos.

Tuve que meterme rápido para no reirme en el balcón, sabía que mi risa podría costarle caro a mi valiente vecino. Pero desde adentro y silenciando como podía mi risa, lo escuché decir: "La próxima vez que los vea, el sifón va en el culo". Y si más palabras, emprendió la retirada.

Los muchachos? No se los volvió a ver en la esquina.
El héroe? Solo lo llamaremos Sodaman.

martes, 1 de enero de 2008

Desmistifiquemos al héroe

Quién no ha tenido el gusto de conocer a un héroe totalmente anónimo? Héroe solo para uno, para dos o para diez. El héroe de las minorías, el héroe anónimo, el auténtico héroe.
Ese héroe silencioso que día a día lucha, sin capa, sin máscara, sin superpoderes es al que hay que homenajear, que celebrar, que aplaudir.

Personalmente, nunca me ha llamado la atención el héroe de historieta, el ficticio. Ni tampoco el héroe nacional, el intocable, el gran triunfador.

Por el contrario admiro a aquel ser casi invisible, imperceptible para muchos, al que en alguna oportunidad pude conocer, o del que me hablaron.

Ese cualquiera, que me hizo reír a carcajadas, emocionarme hasta las lágrimas, que me provocó admiración, que estuvo en mi boca mil veces porque sus proezas me parecieron dignas de ser contadas, ese que en mi memoria guardo.

Para todos los Juan Pérez y las Fulanas de Tal va dedicado este blog. Para ustedes, paladines sin más recursos que el ingenio, éste espacio es suyo.